Un nuevo modelo para una sociedad más libre y equitativa
15 Nov 2019Durante la historia, muchos han sido los intentos para lograr un cambio social que lleve a una sociedad más igualitaria y justa. Sin embargo, varios de ellos han fallado o sus logros fueron limitados.
El socialismo revolucionario de Marx y Lenin no funcionó por mucho tiempo: muchos estados que aplicaron este modelo tuvieron problemas para competir con las economías capitalistas. La socialdemocracia reformista, si bien ha mejorado la igualdad en muchos países instalando Estados de Bienestar, no ha podido evitar que persistan grandes desigualdades e injusticias sociales, y se encuentra actualmente en decadencia.
El gran problema de estos dos modelos que podríamos llamar de la izquierda tradicional, es su estructura de incentivos. Muchos economistas liberales afirman que estos modelos, comparados con el capitalismo puro, simplemente generan menos incentivos para innovar y “hacer un buen trabajo” - es decir, esforzarse que el trabajo propio realmente satisfaga necesidades de otras personas. Eso trajo consigo que el progreso tecnológico en países con estos sistemas fue generalmente más lento. En una economía mundialmente conectada, los países que aplicaron los modelos de la izquierda tradicional, en muchos casos quedaron rezagados en cuanto a la competitividad y productividad de sus economías. En la década de 1980, esto fue probablemente la razón principal para la caida de los régimenes “comunistas” del bloque liderado por la Unión Soviética.
El problema de los incentivos también tiene que ver con la decadencia de la socialdemocracia en la actualidad. Se considera que las “reformas liberales” mejoran la estructura de incentivos y por ende la competitividad, ya que con un Estado de Bienestar demasiado fuerte y altos impuestos baja la motivación para esforzarse y crear innovaciones tecnológicas. Una nueva camada de la socialdemocracia, que apareció en los años 90 con protagonistas como Tony Blair, en Gran Bretaña, y Gerhard Schroeder, en Alemania, implementó reformas que provocaron un aumento de las desigualdades también en países con Estados de Bienestar tradicionalmente fuertes, como muchos de Europa.
Incentivos y sistemas económicos
Entonces, ¿la izquierda debería aprender del capitalismo, tal como nos dicen los defensores de esta nueva socialdemocracia? Los incentivos de la economía de libre mercado son fuertes, ya que generan una constante presión para que nos esforcemos. Pero a la vez son algo injustos: hay muchos beneficiados del sistema, como los herederos, que no deben esforzarse casi para tener una buena vida. Al contrario, es mucho más difícil progresar para alguien que nació en condiciones adversas, como en un asentamiento informal o en zonas rurales del mal llamado Tercer Mundo. Y también son crueles: el que queda afuera del sistema, en el peor de los casos se muere de hambre.
Viendo estas deficiencias del sistema capitalista, ¿no sería posible generar incentivos igualmente fuertes para el esfuerzo con otro sistema?
El punto de partida para el modelo que propondré aquí son las necesidades. Como seres humanos, apuntamos siempre a que nuestras necesidades estén satisfechas. Y estamos dispuestos a esforzarnos para que esto pase.
Es en la economía de subsistencia, que durante milenios fue el sistema predominante, dónde el incentivo para esforzarse está más directamente ligado a la satisfacción de necesidades: Las familias producían gran parte de los bienes ellos mismos. El que no se esforzaba, en muchos casos, no comía. Punto.
Este sistema era muy poco efectivo y el nivel de productividad era muy bajo. Por eso, ya desde muy temprano apareció la división de trabajo, que posibilitó a las personas especializarse en una actividad para realizarla mejor. La división del trabajo es la base del bienestar de la sociedad moderna. Pero también es la razón por la cual la cuestión de los incentivos hoy en día es más complicada. Casi nadie comprende bien el entramado social-económico detrás del incentivo capitalista para trabajar bien. Sin embargo, hay una lógica que sí se comprende: la del intercambio. Básicamente dice: si te esforzás, recibirás bienes que satisfacerán tus necesidades, los cuales tienen un valor equivalente al de tu trabajo.
Muchos saben, o sospechan, que esta lógica es engañosa. Porque como ya hemos visto, no es del todo así que “a igual esfuerzo, igual recompensa”, porque el resultado de la ecuación depende de muchos factores (tipo de empleo, acceso a bienes de producción, país/región, relaciones familiares, calidad institucional política). Algunos tienen que trabajar diez horas diarias para conseguir lo que otros consiguen con una sola.
Podríamos pensar ahora que la solución sería diseñar el sistema de tal manera como para que realmente en todo el mundo rija esta regla “igual esfuerzo, igual recompensa”. Pero no es tan fácil. El problema es que la misma lógica de intercambio nos impone desigualdades, y estas tienen una suerte de vida propia. La razón profunda son asimetrías de información, que hacen que quienes conocen algunas particularidades del sistema mejor que otros, puedan aprovecharse más de éste. Un ejemplo muy sencillo: El que cuenta con información sobre una noticia relevante para una empresa, puede ganar grandes sumas de dinero especulando con ella en la bolsa. No queremos profundizar porque es un tema que podría llenar libros.
Mucho tiene que ver que la lógica del intercambio es también una lógica de exclusión. Si yo intercambio una cosa por otra, dejo de tener acceso a la primera para poder poseer la segunda. No está contemplado, por ejemplo, que comprador y vendedor la puedan usar juntos. Ahora bien: En los últimos años tuvieron un auge modelos de negocios que fingen operar con una lógica de cooperación (el modelo de la sharing economy o modelo Uber). Pero siempre y cuando se trate de una empresa capitalista que gestione estos “intercambios”, esta misma opera de una forma excluyente ya que no comparte las ganancias que obtiene.
La alternativa: Bienes gratuitos
En cambio, queremos proponer un sistema con una lógica diferente. Es un sistema que no se basa principalmente en la exclusión, sino en la cooperación y colaboración. Podríamos llamarlo cooperación por incentivos.
Volvamos primero a la cuestión de las necesidades. Si yo tengo una necesidad y esta es satisfecha luego de esforzarme, tengo un gran incentivo para volver a realizar este esfuerzo. No importa con que modelo económico se satisfaga, siempre que sea eficiente. En el modelo capitalista, el incentivo básico es que yo gane dinero para poder comprar los bienes y contratar los servicios para satisfacer mis necesidades.
Pero hay una posible alternativa: que estos bienes en un momento dejen de “costar dinero”. Si me proponen colaborar en un proyecto, cuyo fin es que los bienes que produce sean gratuitos para siempre, entonces tengo un incentivo muy grande de esforzarme y participar. Siempre y cuando el proyecto tenga un plan creible y el lapso de tiempo hasta llegar a la producción gratuita sea previsible. Porque si el proyecto es exitoso, mis necesidades serán satisfechas probablemente para siempre.
Desde el punto de vista de hoy, imaginarse bienes gratuitos parece utópico. Si bien a veces empresas, organizaciones o el mismo Estado nos “regalan” bienes, desde folletos informativos del gobierno hasta bolígrafos con el logo de una empresa, la producción o provisión de éstos tiene costos que terminamos pagando por otra vía.
Pero hay un sector en el que ya se “regalan” cosas con éxito: los contenidos o bienes gratuitos intangibles, disponibles a través de Internet. Hay un sinnúmero de textos, videos, imágenes, software y otras cosas que podemos descargar sin pagar absolutamente nada.
¿Por qué estos bienes son gratuitos? Por dos razones:
- El método de la copia digital, con el que reproducimos estos bienes, prácticamente no gasta recursos escasos.
- En la producción del contenido en muchos casos no hubo costos significativos. Esto sobre todo es verdad cuando hablamos de los contenidos libres, como el software de código abierto o Wikipedia. No se trata de regalos de empresas que financian esta prestación con compras de otros clientes, sino que fueron creados de manera voluntaria y colaborativa. En muchos casos satisfacen necesidades para sus creadores. Un ejemplo: Los software de código abierto muchas veces se crean cuando un programador tiene una idea para una aplicación que le podría facilitar el trabajo o la vida cotidiana. La desarrolla y luego la comparte. En otros casos, sobre todo en las disciplinas como la música o el cine, son contenidos producidos porque los artistas se quieren hacer conocer.
Infraestructuras automatizadas para la producción
Algunos dirán ahora: Bueno, ¡pero el acceso a Internet es costoso! Esto nos lleva a un ejemplo como también podrían ser gratuitos muchos bienes físicos, de alimentos hasta coches: Podrían ser producidos y distribuidos con una infraestructura automatizada, sin que se produzcan costos significativos.
El acceso a Internet, hoy en día, es administrado por empresas que proveen la infraestructura necesaria, como cables, antenas y servidores. Sin embargo, existe ya en muchas ciudades del mundo otra opción: conectarse de manera gratuita a través de una red en malla inalámbrica, una red de antenas Wi-Fi. Toda persona interesada puede participar, solamente necesita compartir la antena de su router con esta red. Los routers se conectan todos entre si de manera automática a través del Wi-Fi, y por lo tanto cada participante puede conectarse con todos los otros. Si estas redes se conectan a la Internet internacional (como ocurre en muchas ciudades europeas) tenemos acceso a Internet totalmente gratuito.
Para resumir el modelo: Se crea primero una infraestructura de “producción”, comprando routers. Esta hace posible que el servicio de Internet sea gratis, ya que el router es un aparato automatizado y para compartirlo no hay que proveer trabajo. Dicho de manera más técnica: Hay una inversión inicial en infraestructura automatizada, que luego conduce a que ya no haya coste marginal de producción, siendo el producto en este caso el servicio de Internet.
Probablemente este modelo se puede adaptar a la producción de muchos bienes y la provisión de muchos servicios. El nivel de dificultad para realizarlo difiere según el producto del que se trate y depende de la tecnología de producción. Es relativamente fácil montar una infraestructura de impresoras 3D para crear productos de baja complejidad tecnológica, como los juguetes o los productos decorativos. También ya existen huertas automatizadas que usan métodos de cultivo eficientes como la hidroponía. Una vez instaladas, estas huertas nos pueden proveer alimentos gratuitos por mucho tiempo.
En el caso de tecnologías más complejas, los costos de la inversión inicial para la infraestructura aumentan, y por lo tanto se hace más difícil imaginar una producción gratuita. Un ejemplo es la medicina, la cual es muy difícil de automatizar desde el punto de vista de hoy. Y además está la cuestión de las materias primas. Si queremos que estas sean gratuitas, la extracción debería ser automatizada también. Sin embargo, en teoría no hay ningún impedimiento físico - es decir, todo es posible, solamente hay que desarrollar las tecnologías necesarias.
Una sociedad más equitativa
Con una producción gratuita de bienes de primera necesidad, se podrían resolver muchos de los problemas sociales de la actualidad. Cuanto más productos de la canasta básica puedan ser producidos de esta manera, menos necesidad hay para planes sociales. Esto significa que es posible bajar los impuestos y por ende menos conflictividad social. Si este modelo avanza, en un momento puede ser que ya no haga falta el Estado de Bienestar, salvo para casos puntuales como el de las personas con enfermedades que les impiden acceder ellos mismos a los productos.
Seguramente, para muchos lectores quedarán muchas preguntas abiertas. En el libro Mundo Gratis (ver más info en la página sobre el libro) y en los próximos artículos de este blog exploraré algunas de estas cuestiones. Por ejemplo, se verá bien como funcionan los incentivos de los creadores de contenidos abiertos, y cuales son las tecnologías y los conceptos necesarios para producir bienes de primera necesidad de manera gratuita. Presentaré también un concepto de un instrumento financiero para que los incentivos para participar en proyectos que producirán bienes gratuitos sean fáciles de “digerir” y comprender, tal como el incentivo a invertir en acciones.
Sin embargo, queda mucho por investigar y conceptualizar. Por esto, este concepto tendrá, seguramente, muchos cambios a lo largo del tiempo. También quiero alentar a los lectores a los que estén interesados en el modelo, que mejoren, critiquen e investiguen por cuenta propia. Pronto habrá una plataforma en línea para esto.
Para seguir leyendo:
- Producción Común Circular Incentivada: Una introducción al modelo que proponemos, que incluye elementos de la economía circular, de la producción colaborativa y de los incentivos financieros.